Agua hay más que una
En ocasiones, nos encontramos con artículos u opiniones que intentan equiparar el agua del grifo con las aguas minerales. No alcanzo a entender el interés que se persigue con este afán, pero cualquiera que éste sea, considero que confundir al ciudadano no es la mejor fórmula para cumplir un objetivo.
Las aguas minerales y el agua del grifo son dos productos totalmente distintos. La gran diferencia entre ambos es que las primeras son un alimento, tal como recalca la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria, y la segunda no. Así de sencillo.
El agua de grifo es, generalmente, potable, es decir, puede consumirse sin riesgo para la salud.
Sin embargo, este producto no reúne los requisitos necesarios para valorar con rigor su aportación nutricional. Ningún ciudadano que beba agua procedente de la red pública puede tener la certeza de las propiedades y composición del agua que está ingiriendo. Esto es así por varios factores. En primer lugar, porque las plantas potabilizadoras y desaladoras pueden someter al agua a tratamientos utilizando cerca de un centenar de productos diferentes – algicidas, desinfectantes…- En segundo, porque los cambios de temperatura, los vientos o las lluvias pueden afectar a la composición del agua y, finalmente, porque el estado de las tuberías de la red pública también puede alterar esta composición.
Es por ello, que sólo las aguas minerales naturales envasadas, pueden considerarse, por la constancia de su composición y pureza en origen, elementos nutritivos y demostrar sus repercusiones beneficiosas para la salud.
Las aguas minerales naturales, además de ser bacteriológicamente sanas, tienen su origen en un estrato o yacimiento subterráneo, lo que su naturaleza se mantienen invariable en el tiempo, debiéndose proteger por ley la pureza original del acuífero contra todo riesgo de contaminación. Más aún, el envasado de estas aguas se hace en el punto de emergencia y no experimenta ningún tratamiento químico ni microbiológico y, por ello, son las únicas que pueden reflejar en el etiquetado su composición fisicoquímica.
Es necesario recalcar la trascendencia del agua mineral como elemento nutritivo básico, destacando la ventaja fundamental de la constancia de sus principales elementos mineralizantes por sus repercusiones en la salud. Y destacar, por último, la existencia de grupos de investigación dedicados al estudio de aguas envasadas de nuestro entorno, que realizan ensayos clínicos de los que se obtienen resultados basados en la mejor evidencia disponible, que demuestran cómo estas aguas pueden beneficiar a segmentos concretos de población.
Desde aquí me gustaría, finalmente, invitar a los ciudadanos catalanes a conocer en mayor profundidad la riqueza y la cultura de sus aguas minerales y a visitar las plantas envasadoras en las zonas del Montseny y Les Guilleries, en la comarca de La Selva. Merece la pena.
Francisco Maraver, Presidente del Instituto Agua y Salud
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